En 1975, durante un gobierno democrático como el que tenemos actualmente , el Ejército Argentino cumplió con dos decretos del Poder Ejecutivo, el “Operativo Independencia”. Este operativo fue crucial para combatir la subversión Marxista que amenazaba la estabilidad y seguridad del país. Bajo el liderazgo de la entonces presidenta María Estela Martínez de Perón, se ordenó al Ejército neutralizar y/o aniquilar el accionar de los elementos subversivos en la provincia de Tucumán, donde el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) había establecido un foco guerrillero.
El operativo independencia no solo fue una respuesta legítima a la violencia y el terrorismo que azotaban la región sino que también marcó un antes y un después en la lucha contra la insurgencia. El General Acdel Edgardo Vilas, quien comandó las operaciones iniciales, enfrentó una tarea ingrata pero necesaria para preservar la soberanía nacional y la integridad territorial. Es importante recordar que la guerrilla no solo atacaba a las fuerzas de seguridad sino también a civiles, sembrando el caos y sembrando el miedo en la sociedad.
El arrojo y sacrificio de nuestras fuerzas armadas
Es fundamental entender que el Operativo Independencia fue un ejemplo de cómo un gobierno democrático puede recurrir a medidas extremas pero necesarias para defender el orden constitucional frente a aquellos que buscan desestabilizarlo mediante la violencia. Este reconocimiento no es solo por los que ya no están entre nosotros, sino también por aquellos que, injustamente, continúan en cautiverio, víctimas de una retribución política y no de un juicio justo basado en la ley y la verdad histórica.
El comienzo de las acciones del grupo terrorista
Tal era el cuadro de situación cuando la poderosa agrupación terrorista subversiva inició operaciones. Ese mismo mes, el 30 de mayo de 1974 a las 20.30 horas, una columna de la Compañía de Monte “Ramón Rosa Jiménez” dividida en cinco pelotones, ocupó la población de Acheral, en el departamento de Monteros, apoderándose de la comisaría, la estación ferroviaria y la oficina de correos al tiempo que bloqueaba las rutas de acceso. El objetivo se cumplió sin derramamiento de sangre y al final, los guerrilleros se retiraron hacia el monte, sin sufrir bajas.
El 11 de agosto del mismo año, el grupo terrorista ERP realizó su primer operación de envergadura al atacar el Regimiento de Infantería Aerotransportada 17 con asiento en Catamarca, operación que el alto mando subversivo planeó con gran meticulosidad, despachando hacia la zona de operaciones a varios de sus cabecillas.
El Operativo Independencia
En los días que siguieron a la muerte del capitán Viola, tuvieron lugar nuevos hechos de violencia. Un camión que transportaba azúcar hacia el establecimiento industrial Norwinco fue asaltado; el sábado 18 de enero de 1975 una columna guerrillera ocupó la finca Norry, en Potrero de Las Tablas, obligando a los pobladores a concurrir al almacén del pueblo para escuchar la arenga de tres de sus combatientes. Finalizada la misma, los subversivos se trasladaron al domicilio de un supuesto “entregador”, de apellido Córdoba, lo sacaron a empellones frente a su familia; después, se apropiaron de alimentos, armas y un equipo de radio y tras incendiar el destacamento policial, se retiraron, ejecutando al rehén unos kilómetros más adelante luego de someterlo a interrogatorio. Cinco días después, fue asesinado en la capital provincial el Dr. Juan Mario Magdalena.
Ante el cariz que tomaban los acontecimientos, el gobierno de la Nación, encabezado por la presidenta María Estela Martínez de Perón, decidió adoptar medidas tendientes a contrarrestar los efectos del accionar guerrillero, dictando el 5 de febrero de 1975 el decreto Nº 261 que en su Artículo 1º establecía: “El Comando general del Ejército procederá a ejecutar las operaciones militares que sean necesarias a efectos de neutralizar y/o aniquilar el accionar de los elementos subversivos que actúan en la Provincia de Tucumán”.
El segundo artículo, por su partes decía: “El Ministerio del Interior pondrá a disposición y bajo control operacional del Comando general del Ejército los efectivos y medios de la Policía Federal que le sean requeridos a través del Ministerio de Defensa para su empleo en las operaciones a que se hace referencia en el art. 1º” y el tercero: “El Ministerio del Interior requerirá al Poder Ejecutivo de la Provincia de Tucumán, que proporcione y coloque bajo control operacional y los medios policiales que le sean solicitados por el Ministerio de Defensa (Comando General del Ejército), para su empleo en las operaciones precisadas”.
Firmaron ese decreto, además de la jefa de Estado, los ministros José López Rega, Antonio Benítez, Oscar Ivanissevich, Alfredo Gómez Morales, Alberto J. Vignes y Ricardo Otero, poniendo en marcha, de esa manera, la respuesta del gobierno a la agresión marxista y mantener abierto un corredor para entrar y salir de la zona con facilidad.
Al conocerse la noticia, a fines de enero de 1975, la guerrilla se desplazó hacia la periferia del dispositivo dispuesto por las Fuerzas Armadas, dejando en el sector central a un reducido grupo de combatientes, plan táctico con el que pensaba desbaratar cualquier redada del Ejército.
Fue en ese tiempo que las FF. AA experimentaron su primer baja significativa de la guerra cuando un avión Twin Otter DHC-6 matrícula AE-259 de la Aviación de Ejército que llevaba a bordo a los generales de brigada Enrique Eugenio Salgado, comandante militar del III Cuerpo de Ejército y Ricardo Agustín Muñoz, comandante de la V Brigada, se precipitó a tierra, pereciendo toda la tripulación.
La aeronave, que realizaba un vuelo de inspección sobre la zona de operaciones, se estrelló en una zona boscosa, en pleno monte tucumano, constituyendo el hecho un duro revés para las fuerzas gubernamentales.
Con los generales Salgado y Muñoz, designados para comandar el operativo, perecieron también el coronel Eduardo Wilfredo Cano; los tenientes coroneles Oscar Rubén Bevione, Pompilio Schilardi y Pedro Santiago Petrecca; los mayores Roberto Dante David Biscardi, Pedro Antonio Zelaya, Héctor Abel Sánchez y Aldo Emilio Pepa, el capitán Roberto Carlos Aguilera, el teniente primero Carlos Eduardo Correa y el sargento primero Aldo Ramón Linares.
Y aunque en un primer momento se habló de que se había tratado de un accidente, no tardó el ERP en atribuirse el derribo, intensificando, de ese modo, su acción psicológica.
Primeras incursiones en la selva
Las primeras entradas en el monte las efectuó el comisario Alberto Villar, al frente de su escuadrón de “Centuriones” de la Policía Federal (mayo de 1974), seguido unos meses después por el entonces mayor Mario Benjamín Menéndez, que lo hizo en dos oportunidades, la primera en agosto y la segunda en noviembre, sin detectar al enemigo que alertado desde la capital de la provincia, rehuyó el combate con el objeto de producir lo que comúnmente se denomina, “vacío táctico”.
El Vietnan tucumano
Tanto Villar como Menéndez encontraron escondites, refugios y varios campamentos abandonados pero no dieron con ningún subversivo, por lo que, cumpliendo directivas impartidas de antemano, abandonaron el área, en dirección a sus campamentos.
En base a esa experiencia, el general Vilas puso en práctica su propia estrategia ocupando el área dominada por la guerrillera y efectuando patrullas constantes, similares a las que llevaron a cabo Villar y Menéndez.
Sin embargo, pese a ello, el 2 de noviembre de 1974 la Compañía de Monte tomó Los Sosa y haciendo alarde de seguridad y confianza, llevó a cabo un desfile que finalizó cuando sus jefes izaron su bandera en el mástil de la escuela.
Como explica Ricardo Burzaco en Infierno en el monte tucumano, en ese momento el ERP poseía una importante infraestructura de retaguardia, especialmente en San Miguel de Tucumán, punto desde donde operaban tres niveles de componentes: los combatientes propiamente dichos, los militantes y los simpatizantes que, desde sus puestos de lucha, vigilaban y realizaban inteligencia sobre las fuerzas de seguridad. Sin embargo, el Ejército y la policía también trabajaban incesantemente y la información que a diario llegaba al centro de operaciones de la V Brigada desde diferentes puntos del país, permitiría disminuir los desplazamientos del enemigo, reduciendo considerablemente su personal.
En su necesidad de refuerzos, el ERP inició una importante tarea de reclutamiento, seleccionando cuidadosamente a los efectivos que iba a enviar a la zona de combate.
En vista de ello, aprovechando que la Compañía de Monte se hallaba momentáneamente replegada en las zonas urbanas, el general Vilas y sus fuerzas penetraron en el sector rural para reconocer el terreno y aclimatarse a la selva.
El plan táctico de la V Brigada de Infantería consistía en la ocupación de puntos críticos, la neutralización de posibles vías de escape, el ejercicio progresivo de control sobre la población en diferentes localidades, el control de las rutas internas, el de las vías de acceso a la provincia, la progresiva intensificación del patrullaje ofensivo, la intensificación de acciones contra la guerrilla urbana, la implementación paralela de un programa de acción cívica sobre la población y los desplazamientos tácticos hacia nuevas áreas de combate.
Vaya este reconocimiento para esos hombres, que con su valentía y sacrificio, demostraron que la defensa de nuestra patria y la lucha contra el terrorismo en todas sus formas son deberes que no conocen de ideologías sino de lealtad a la República. Dios Patria y Familia
Fabu
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