El cura Bergoglio, ese lamentable espectro de sotana, prosigue su inexorable caída hacia el abismo infernal, un destino que parece haber labrado con sus propias manos temblorosas y su lengua silente.
¿Acaso no es este el final lógico de un sacerdote pseudocomunista, un traidor que se arrodilla ante los ídolos de la modernidad mientras finge pastorear un rebaño que ya no reconoce? Siempre mudo, siempre cómplice, su silencio es el eco ensordecedor de una Iglesia que se desangra, desgarrada por las garras de una invasión cultural musulmana que no cesa, que avanza como plaga bíblica sobre los restos de una cristiandad agonizante. Y mientras tanto, ¿qué hace este pontífice de pacotilla? Nada. Observa impasible las ‘olimpiadas satánicas’, ese grotesco circo de decadencia donde se pisotea todo vestigio de virtud, donde la destructiva cultura woke ,ese cáncer ideológico de resentidos y débiles ,se pavonea como si fuera la nueva religión universal.
Israel, mientras tanto, se enfrenta en duelo a muerte contra el terrorismo islámico, sosteniendo el último bastión de la civilización frente a la barbarie, y este Papa, este supuesto vicario de Cristo, ¿dónde está? ¿Por qué no alza la voz contra la yihad cultural y física que amenaza con engullirlo todo? ¿Qué te pasa, Pancho Bergoglio? ¿Cuál es el hedor que despides, esa mezcla nauseabunda de hipocresía y servilismo?
Estás aliado con los corruptos, con los tiranos de corbata y los profetas del igualitarismo podrido. Tu verdadera existencia es una afrenta, una maldad que se disfraza de humildad mientras apuñalas por la espalda a los fieles. Eres la mula de la enfermedad, el caballo de Troya que lleva en su vientre la peste del socialismo basura, ese veneno que chorrea de tus palabras vacías y tus gestos calculados. ¿No te das cuenta, Francisco, que tu legado será el de un sepulturero? Has convertido el Vaticano en un estercolero ideológico, un muladar donde las ratas del progresismo roen los cimientos de la tradición. Tu papado es una farsa, un insulto a la historia de Occidente. Mientras la fe se desmorona y los enemigos de la cruz aprietan el cerco, tú te dedicas a predicar una paz cobarde, una rendición disfrazada de compasión. Eres el filósofo del vacío, el profeta de la nada, y tu destino no puede ser otro que el fuego eterno que aguarda a los traidores. Despierta, Bergoglio, o mejor aún, huye: el juicio de la historia y de Dios no tendrá piedad contigo.
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